domingo, 15 de mayo de 2011

CON HITCHCOCK EN LOS TALONES


El título de esta entrada se debe a que quería hablar de Con la muerte en los talones y, a la vez, a que creo que ello es sinónimo de hablar de Alfred Hitchcock, pues para mí éste es uno de los filmes que mejor encierran o resumen el peculiar concepto del cine y del suspense del genial director británico.

La película arranca con una presentación de las que ya no se hacen, diseñada por Saul Bass y presidida por la genial música de Bernard Herrmann. Una melodía inquietante que crea en el espectador el suficiente desasosiego como para sentir que lo que va a presenciar a continuación no es una historia corriente, sino un relato que le transmitirá un  suspense que le llegará hasta la médula(ver video). Sin embargo, a continuación, como ocurre en otras películas de Hitchcock, todo parece normal y cotidiano, e incluso está bañado de un tono de comedia.(El personaje de la madre del protagonista contribuye bastante a hacer arrancar la película con un tono desenfadado). Hitchcock mezclaba con habilidad suspense y comedia, y gracias al humor nos identificamos con el personaje principal, Roger Thornill, encarnado por el gran Cary Grant. Un tipo normal con una vida normal. Y esa es otro rasgo habitual en los filmes de Hitchcock: historias extraordinarias que le ocurren a tipos normales, como tú o como yo. Don Alfredo sabía que así era más fácil que te metieras en la historia y te identificaras con el protagonista. En un momento dado levantas el brazo para llamar al camarero, y por ese sencillo gesto te confunden con un tal Caplan, que está metido hasta el corvejón en algo muy gordo, nada menos que una red de espionaje. Y a partir de ahí, claro, todo es posible, sobre todo si juega la imaginación y  la "mala idea" del  guionista Ernest Lehman (por cierto, autor también del guión de la película de aire hithcockiano "El premio", pero de eso ya hablaremos otro día). Desde un principio nos damos cuenta de que todo es un tanto  inverosímil, o mejor dicho, sólo es verosímil dentro de las reglas del juego que la propia película va creando. Un juego que nos intriga y nos divierte, por eso lo aceptamos de buen grado y aguantamos los 136  minutos que dura la peli. ¿Por qué, cuando Thornill acude con la policía a la casa donde unos tipos han intentado acabar con él, la casa está habitada por otras personas y no hay ni rastro de lo ocurrido allí? ¿Thornill quizá se ha vuelto loco? Más tarde, nuestro protagonista conoce a la bella Eva Kendall (Eva Marie Saint), que le echa un cable a bordo de un tren. Pero ¿Eva es buena o mala?

Por otra parte ¿Quién es el tal Caplan con quien parece que han confundido a Thornill, pero nunca se le ve,  que va dejando pistas pero parece un fantasma? ¿es realmente Eva Kendall amante del malo malísimo Van Damme (interpretado por James Mason) o se esconde un doble juego detrás de esa relación?

Como digo, todo es parte del juego entre Hitchcock-Lehman y el espectador, pero claro, ellos son los que van engranando las piezas de la maquinaria de la montaña rusa y nosotros los que vamos montados en ella, hacia el Norte por el Noroeste. La archiconocida escena del avión fumigador (ver imagen al principio de esta entrada), que raya en lo abstracto, ha pasado por derecho propio a tener un destacadísimo lugar en la Historia del Cine. Hitchcock juega con maestría con los tiempos para ir creando la inquietud en el espectador en esta extraña secuencia,  que arranca con la premisa de que Thornill ha quedado en un lugar desierto con alguien que dice ser Caplan. Pero nosotros nos olemos que, en vez de aparecer el tal Caplan para aclararlo todo, se trata de una trampa, y allí va a pasar algo muy gordo.
Continuando con la muerte en los talones, inmerso en esta vorágine, nuestro protagonista es acusado de un asesinato que no ha cometido; es otro de los temas recurrentes de Hithcock, desde 39 escalones (película de la etapa inglesa que de algún modo podemos considerar precursora de ésta) a "Falso Culpable".
En el trailer que mostramos a continuación se muestran de modo condensado una serie de etapas de la película que dan una idea de sus ingredientes: la rubia de la que no se sabe si se puede uno fiar o no, la persecución del hombre que no existe, la transformación del hombre corriente en agente secreto, etc.)


En fin, podría extenderme más comentando detalles de esta pelcula, equilibrada mezcla de géneros y epítome del cine de Hitchcock, como decía al principio (a la cual la única pega que  pondría  es su excesivo metraje, que hace que lleguemos algo exhaustos a la memorable escena final en el monte Rushmore), pero prefiero concluir simplemente recomendando a los que mo la hayáis visto que la veáis, que pasaréis un buen rato, y a los que sí, que volváis a hacerlo.